Long Covid-19. Yo, mujer.
Actualizado: 3 ago 2022

Las mujeres vivimos más años que los hombres, pero lo hacemos con peor salud y con más trastornos crónicos.
Esto no lo digo yo, lo dice la comunidad médica.
Las mujeres y los hombres no enfermamos de la misma manera porque el estado de salud de mujeres y hombres es distinto y además, desigual. Esa desigualdad en salud por razón de sexo es una cuestión con muchos frentes abiertos.
A la mujer se le atribuye una doble responsabilidad, la productiva fuera del hogar y la doméstica (no menos productiva aunque no remunerada). Eso hace que su acceso al sistema sanitario sea distinto y, habitualmente, más tardío. Además provoca que las mujeres tengamos menos tiempo para llevar a cabo acciones destinadas a nuestro bienestar físico, emocional y psicológico. (practicar deporte, dormir las horas necesarias, recibir masajes y terapias, realizar escapadas y celebraciones sociales etc…). Somos las figuras cuidadoras por excelencia y nuestro autocuidado queda para «cuando haya tiempo».

Casi 8 de cada 10 personas afectadas por Long-Covid-19 son mujeres.
El sesgo sexista no sólo en la investigación sino también en la práctica clínica continúa siendo una asignatura pendiente y una causa de que millones de mujeres continúen enfermando y muriendo en el mundo por factores, en la mayor parte de los casos, evitables.
La Dra. Nisreen Alwan, investigadora de Salud Pública y profesora en la Universidad de Southampton comentó en uno de sus seminarios web que «las/os médicas/os están preparadas/os para tratar las enfermedades en sus procesos agudos pero no lo están para abordarlas en sus procesos crónicos”.
Long Covid-19. Yo, mujer.
Para muestra, un botón. La Covid-19, una enfermedad nueva provocada por un virus que persiste en infinidad de pacientes que no pueden eliminarlo, es ejemplo de lo que significa ser mujer y estar afectada por una enfermedad crónica.
Según una encuesta realizada por la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) entre el 13 de julio y el 14 de octubre del 2020 a infectadas/os en la primera ola, casi ocho de cada diez, el 79 por ciento, eran mujeres con una media de edad de 43 años. Habéis leído bien; casi ocho de cada diez personas que se infectan con el virus SARS-CoV-2 y enferman de Covid-19 de manera prolongada (Long Covid-19) somos mujeres. Este 79 por ciento del que formo parte, me ha hecho y me hace vivir en primera persona y a través de los testimonios de compañeras ‘covidianas’, situaciones surrealistas propias de una ‘sit com’ sino fuera porque estar enferma y ser vilipendiada no sólo no hace reír sino que pone en evidencia la mezquindad de quienes nos ignoran y, por tanto, agravian.
Si tienes dolor articular o muscular, eso es «de moverse poco. Hay que engrasar la carrocería». Si tienes febrícula continuada, será de «cualquier cosa que hay por el aire. Hay muchos catarros. (¿Cualquier cosa? ¿Catarro cada tarde y durante 20 meses? ¿Con 40 grados también?)”. Si tienes disnea, te duele el pecho, tienes taquicardias «¿Estás nerviosa? ¿Sientes ansiedad, melancolía? ¿Falta de ánimo?” Todos los síntomas de la enfermedad, hasta 201, tienen una explicación psicosomática y son ninguneados con complacencia. Cuando no está el comodín de la menopausia, está el del exceso de peso y si no el de «las mujeres dais demasiadas vueltas a la cabeza. Estáis siempre estresadas y el estrés es malísimo» para justificar el desconocimiento y la falta de implicación en lugar de admitir la desidia sobre este asunto (Long Covid-19).
Las visitas a las urgencias y sus conclusiones diagnósticas, se resuelven con un «bueno, te ha pasado ahora pero es casualidad. Puede ser por cualquier motivo». O sea que hilar una infección urinaria tras otra, una tiroiditis de Quervain (¡ni sabía que existía!), una esteatosis hepática (más de lo mismo), la aparición de nódulos tiroideos, una atelactasia laminar (¡Madre mía!) y así podríamos seguir…todo ‘podía estar antes’. Podía, claro. Pero no estaba. Y si estaba, no daba síntomas. Y no afectaba a tu ritmo vital diario. Otra vez, casualidad. En ciencia las casualidades son complicadas.

Lo cierto es que si luchar por hacer visible esta pandemia de enfermas/os crónicas/os de Covid-19 es una misión de alto riesgo para nuestra deteriorada salud, ser mujer le añade un plus a la batalla. Estamos doblemente discriminadas, doblemente menoscabadas y sin atisbo de que la dispar prevalencia femenina en el desarrollo de enfermedades autoinmunes, el insomnio y/o las persistencias virales sea una razón de peso para, de una buena vez, aplicar la perspectiva de género en el protocolo de tratamiento de la enfermedad.
Yo, mujer, cuando estoy enferma sólo quiero – no es mucho pedir ¿o sí? – que no me traten con condescendencia y que la sombra de la salud mental y emocional no esté siempre como una espada de Damocles cuando hablamos de salud física. No estamos enfermas de Long Covid-19 porque tenemos ansiedad y/o depresión pero sí podemos tener ansiedad y/o depresión porque estamos enfermas de Long Covid-19 y desatendidas. Como leéis, aquí el orden de los factores sí altera el producto.