Long Covid-19 :Dos años de la pandemia que nos cambió la vida.

Long Covid-19: Dos años de la pandemia que nos cambió la vida. Dos años dan para mucho o para poco, según se mire. A todas/os nos ha cambiado la vida -en mayor o menor grado-pero nos ha cambiado, sí. 2020 empezaba con interrogantes porque la suma de sus cifras era el número 4 y según la numerología, ese 4 significa renacer y construir. Los números no son negativos ni positivos, sino polares. Es decir, todo número tiene un lado bueno y su lado oscuro. La contraparte del 4 es el desorden, la desestabilidad y la limitación. Las/os más supersticiosas/os empezaron a cruzar los dedos porque además de lo expuesto, 2020 era año bisiesto y las noticias de un virus -cuyo nombre sonaba a broma-machacando a nuestras/os vecinas/os italianas/os era la confirmación de sus creencias agoreras.

Nuestras/os gobernantes-convertidas/os ahora en expertas/os de todo y más que nunca de la falacia y el engaño-nos hicieron creer que este coronavirus había entrado en nuestro país como un burro en una cacharrería pero no fue así. Estaba aquí mucho antes. Y nos lo hicieron saber mucho después. Nos vimos inmersas/os de golpe y porrazo, sin tiempo a reaccionar, en una película de ciencia- ficción pero con mucha realidad y nada de ficción. No voy a analizar -quizás en otra ocasión-la ineptitud voluntaria de quienes están comiendo de nosotras/os en aras de Dios sabe qué bienestar y orden porque en la práctica se traduce en lo bien que viven ellas/os sin dar ni golpe excepto a nuestros bolsillos.

Long Covid-19: Dos años de la pandemia que nos cambió la vida. Glosario de términos.
Y como cualquier crisis, ésta nos ha dejado un glosario de términos algunos existentes y otros inventados.
Lo cierto es que hemos navegado entre 6 olas-no puedo asegurar si nos quedan más o no-con más pena que gloria a tenor de las/os hundidas/os y también de las/os heridas/os y maltrechas/os.
Al dictado de
confinamiento, empezaron las restriccionesmascarilla en ristre (FFP2, quirúrgica y hasta con la cara de Batman o el escudo del equipo de fútbol correspondiente).
A lo largo de los meses y convertida en complemento de moda -para muchas/os- tapando cualquier cosa excepto la orofaringe vía de contagio, la mascarilla fue compañera de guantes que convertían en juego de malabares sacar monedas de la cartera.
Esto sumado al número infinito de veces, que cada actividad del día llevaba implícito el uso del gel hidroalcohólico, cundía más que dos horas en el mejor de los gimnasios.
Todo el mundo hablaba -y habla- de PCRs, que en la primera ola escaseaban, y EPIS a veces improvisados mediante bolsas de basura. Serologías, anticuerpos, tests de antígenos, positivos y negativos, brotes, cepas y variantes. Hay un enorme interés por la ciencia por parte de la población y eso se ha traduce en hablar de incidencia acumulada, pico, curva, UCIS, sanitarias/os y expertas/os en salud (virólogos/as, epidemiólogos/as, urgenciólogas/os, intensivistas y un largo desfile médico-científico).
‘Palabros’ como desescalada abrían paso a poder movernos sólo entre municipios colindantes y fases con franjas horarias para guardar distancia social con picaresca incluida para irse de vacaciones. Desde Wuhan y Delta hasta Ómicron, las vacunas de ARN Mensajero (no esterilizantes) contribuyeron a esa
sobreinformación mediática al servicio de las/os de arriba mediante el
mecanismo Covax pero sin estrategia Zero Covid. A ritmo de RT (velocidad de propagación del virus), se suceden reinfecciones e infecciones de Sars-Cov-2, se hace escasa mención a ingresadas/os por neumonía bilateral y pericarditis, y escasamente a fallecidas/os.
Ni pensar en una cifra oficial ni registro de enfermas/os de Long Covid a pesar de la constante alusión a la persistencia de sus síntomas. Marzo de 2022, 730 días después y con evidencias científicas, los síntomas de la Covid-19 se abocan a formar parte de un ‘Expediente- X’ orientado a un síndrome post-viral porque admitir que el virus acantonado en el organismo supone reconocer que esta enfermedad infecciosa, como otras, es de larga duración para demasiadas personas y en consecuencia su tratamiento con antivirales, dirigido a mejorar su calidad de vida, tiene un coste dinerario importante. Es decir que hacer difícil lo fácil es más sencillo de creer si lo dice alguien que sale en la tele sobre todo si las ganas de volver a la
nueva normalidad es tan apremiante pero no debería tener mucho de normal ni de tolerable si en ese camino se utiliza el horror de la guerra de Ucrania como cortina de humo.
Gripalización (otro ‘palabro’ endiablado), pocos filtros HEPA y ausencia de ventilación en organismos oficiales; los protocolos y abordajes se anestesian con
Janssen, Pfizer, Moderna o Astra-Zeneca.

Víctimas.
Mientras tanto algunas víctimas vivas de la pandemia, las/os enfermas/os de Long Covid, observamos la estulticia humana sin el reposo que merecemos porque hemos de seguir resistiendo el desgaste que acarrea la lucha.