Isabelle Delez
Long Covid-19; cuando quien toma las decisiones es un asno, siempre recibirás coces.
Actualizado: 3 ago 2022

Lo único realmente bueno de la enfermedad es que te enseña lo que verdaderamente importa en la vida; la salud.
Casi unos 10 millones de personas en este país, son enfermas/os crónicas/os según cálculos de la Plataforma de Organizaciones de Pacientes. Y todas/os, viendo alterada su calidad de vida, se ven obligadas/os a enfrentar una doble lucha. Por un lado, la sanitaria. Por el otro, la laboral.
Esta problemática queda reflejada en las estadísticas. De hecho, el servicio de asesoramiento de la Plataforma de Organizaciones de Pacientes destaca la preocupación de las/os pacientes con enfermedades crónicas a perder sus puestos de trabajo. Y, otro dato: en 2018, el 30% de las consultas fueron para solicitar información sobre la solicitud de la incapacidad permanente a la Seguridad Social.
Lo único realmente bueno de la enfermedad es que te enseña lo que verdaderamente importa en la vida; la salud.
En este sentido, las/os pacientes de Long Covid-19 nos enfrentamos, a esa doble lucha partiendo pero sin ficha desde la casilla de salida en el tablero. Inmersas/os en una pandemia que no termina, nos han convertido en enfermas/os crónicas/os-muy a nuestro pesar- de una Covid-19 que se prolonga en el tiempo y para la que no hay tratamiento ni reconocimiento casi dos años después de su incursión en la realidad de todas/os. Medio enfermas/os, medio sanas/os (¿Cómo se puede estar enferma/o y sana/o al mismo tiempo?), las/os pacientes covidianas/os hemos vagado errantes no sólo entre especialistas médicos sino a través del sistema, en general. No es que no existamos para quien nos mira, sino que nos mira pero sigue sin vernos porque como la Princesa de Éboli, lleva un parche en un ojo. Y así, sin registro ni recuento de afectadas/os, ni contamos ni nos tienen en cuenta.
Estamos medio enfermas/os, medio sanas/os. Para las/os médicos, enfermas/os. Para el INSS, no lo bastante enfermas/os. Para quien nos emplea, no recuperadas/os y con bajo rendimiento laboral.
Obviamente estas breves líneas sólo son pinceladas, en blanco y negro, del panorama dantesco al que asistimos las personas Afectadas no 0trabajadoras y enfermas de Long Covid-19 cuyo miedo constante a ser despedidas, es un miedo a subsistir sin trabajo. Por eso necesitamos que las limitaciones que acarrea la enfermedad, sean tenidas en cuenta. Y no son tenidas en cuenta.

Sabemos de demasiadas políticas de empresa tendentes a despedir a quien ha estado en situación de incapacidad temporal lo que introduce un factor de segregación de quienes se vean en la necesidad de situarse en tal estado, en la medida en que es una amenaza disuasoria para las personas trabajadoras de hacer uso del derecho fundamental a proteger su propia integridad física. En el mejor de los casos, habiendo conservado el puesto de trabajo durante esa incapacidad temporal y denegada una prórroga por el INSS (porque no estamos lo bastante enfermas/os), esa reincorporación forzosa impide la participación plena y efectiva de la persona en su puesto de trabajo lo que es percibido como un bajo rendimiento laboral y acarrea, también, la posibilidad de un despido. También está ocurriendo. Por si fuera poco, la solicitud de una cobertura en forma de incapacidad permanente revisable mientras la persona trabajadora enferma se recupera de sus limitaciones y/u-¡Ojalá!- se cura, resulta ofensivo para quienes deciden que no estás lo bastante enferma/o. Tiene bemoles que sepan o digan que es una enfermedad nueva, que se sabe poco, que no hay tratamientos, que te ha tocado y un largo etcétera de chorradas -he escrito chorradas, sí- cuando tienen una persona enferma delante para evaluar su estado de salud mientras la doliente piensa en lo mal que se encuentra, en sí se quedará así para siempre porque nadie enciende luz en su oscuridad y en cómo va a pagar las puñeteras facturas. Estos zoquetes detrás de una mesa y con un ordenador que se erigen en juzgadoras/es porque evaluar poco evalúan, se pasan por la pernera ese magnífico filtro socrático que reza: «¿Será útil lo que voy a decir?». ¿Será útil decirle a una persona enferma que es poco amiga de trabajar y que hay mucha gente en el paro deseosa de hacerlo? ¿Será útil decirle que tiene más cuento que Calleja? ¿Será útil decirle que le echa poco coraje a la vida, que es lo que le ha tocado y que quejarse le hace somatizar? ¿Será útil decirle que después del trabajo se eche siestas y descanse? La respuesta es obvia. ¿Verdad? Sigo quedándome con lo de zoquetes porque lo de infames me calienta.
No hay nada peor que quien tome las decisiones sea un asno porque siempre recibirás coces.
Así que sumergidas/os en esta espiral de ignorancia, inicuidad y desprotección, a las/os guerreras/os covidianas/os (enfermas/os y guerreras/os. ¡Vaya plan!) sólo nos queda pelear como gato panza arriba.
Mis letras de hoy son en recuerdo de las/os que, a pesar, de resilientes y no menos guerreras/os, se han ido.